Regálame tus
instantes,
que el surco de tus
manos sean mi destino,
tu camino que se una
con el mío,
que soplos australes
nos junten
tus soles y lunas
compártelos,
recostado en mi
hombro, declamando
un poema de amor.
Vibrando tu lira en
versos inéditos,
como divina
inspiración que seduce penetrando
hasta los tuétanos.
Con la paz del
atardecer y la soledad del cielo,
mírame a los ojos el
tiempo suficiente
para beberme tu alma…
y así,
saciar mi espíritu
unos minutos que llenaran
el resto de mi día de
poderosa y dulce calma.
Pintura : Emile Vernon