Ha dejado de llover,
las hojas de los árboles
están mojadas y
temblando,
la tierra empapada,
aun está tronando
bandada de pericos
pasan
volando y gritando.
El sonido de las gotas
que
revientan en los
charcos
se tornan susurrantes,
dulce calma ha
quedado,
después del torrente
de agua
que el campo y la
ciudad han bañado.
Una melodía de arpa y
violín,
suavemente suena de un
viejo radio,
en una humilde casa
que resguarda
una anciana mujer,
que en penumbra de
soledad deambula,
en su estío languidece
gota a gota.
Con ojos sin brillo,
apacible contempla el
cristal húmedo
de la ventana, un gato
blanco, a sus pies
busca mitigar el frio
y le acompaña fiel en
su martirió.
Una mecedora y una
agrietada mesa
son sus mejores
pertenencias,
en su pecho un corazón
con escarcha;
su alma llora sin derramar lagrimas,
exiliada se refugia en la nostalgia.