Pasa pasa, pasa el tiempo
las horas los minutos, los segundos
el camino se hace largo, el andar más pesado,
el sol se esconde, las estrellas vuelven a brillar
regadas en el inmenso manto negro que cubre
esta ciudad.
La luna se refleja como espejo en un apacible rio,
el viento sigiloso mece las ramas del san Andrés,
¿Sera que fuiste un sueño?
¿O te invente para no sentirme sola?
¿Dónde estás ahora?
Un nudo en la garganta se ha congelado,
el corazón angustiado retiene mil recuerdos y tantas
preguntas sin respuestas.
Un halo de tristeza cubre los días,
densa bruma opaca la alegría,
sabor amargo en la boca…es tu ausencia.
No… no eras imaginación en algún momento sé que
amaste mi alma.
Hay tanto vacío sin tu presencia, mucho quedo a medias,
sueños se rompieron, ilusiones se desvanecieron,
diluida como sal en el inmenso mar;
este silencio sepulcral a petrificado mi alma.
Ecos de un suspiro orbitan en la nada,
con llanto sollozo,
en la ribera de la esperanza…
poza en la alborada.
Se ahogan las palabras ante la impotencia, el mundanal ruido
se vuelve incoherente,
desesperado se rasga el
espíritu,
ante la desolación de tu partida inesperada.
Sin tiempo y espacio, brillantes cristales asoman en las pestañas,
al tardar tu regreso a casa,
entretejiendo los días con apabullante emoción de verte llegar,
la nostalgia escondida en algún rincón del ser,
se torna un corcel sin rienda que lapida sin tregua.
En la cintura
de la agreste noche fría, con
brazos de hielo cobijan este débil barro;
que en penumbras clama al ángel de la
misericordia.
Que descienda… para mí ... para mí,
porque agónicos son los segundos,
intermitentes las memorias,
interminable la pregunta.
¿ Dónde estás ahora?