Hay un inmóvil cielo que me bendice diario,
vomita luz dorada, y plateada al caer la noche
con la sombra trae un copioso fulgor,
de la luna y estrellas.
Todos los rios en envidiable quietud se deslizan
con tenue sonido,
canta y ríe todo ser viviente, el aire se agita y la
naturaleza se aviva.
La materia humana sueña una canción,
vibran anhelos volátiles en la alborada como,
ardiente primavera de una mujer enamorada.