Quizás cuando el estío haya pasado y el ángel de la
muerte
en su imparable corcel, reciba la tajante orden de
detenerse,
muy pocos habrán entendido el valor, el sentido de
la vida
y el incomparable placer de vivir la en absoluta
armonía aun
en el peor de los días.
De repente todo cambio las familias y amigos
quedaron
aislados obligada mente cada amanecer se convirtió
en un desconocido desafío, se vaciaron las calles,
el eco de la
risas de los niños quedo orbítando en las
desiertas tardes,
los pupitres sin ellos, las canchas deportivas
desoladas.
Se oculto el ser humano, como se oculta la
estrella al despuntar
el alba los trinos de las aves fueron más claros, el resplandor
celestial para el león el elefante y la ballena,
fueron supremos
cálices de oro de norte a sur… a ritmo delgado.
Si, reconociendo que se extraña la materia que es
frágil barro,
y débilmente se pierde, se volvió entrañable un
cálido abrazo
o un sincero te quiero, con el espíritu en jirones
y el corazón
compungido en el silente anochecer las lágrimas
furtivas e
inevitables se marcaron en los rostros de tantas perdidas.
Al mirar pasar el velo fúnebre en los confines de
la tierra
dejando una bruma densa de dolor y luto indecible,
cada
minuto cada segundo en las familias de las
naciones,
horas detenidas … ráfaga de trágicas noticias.
Pero no soltaron sus manos los invencibles los
poderosos
seres de luz interior los que pese a las
vicisitudes la moral
la mantuvieron en alto los que comprendieron que
amarse,
es cuidarse mutuamente ayudarse “ahora hoy” no después.
Son los que levantaron sus espadas del suelo para
batallar
desde sus templos con energía, ahínco sin
retroceder firmes
poniendo fin al sufrimiento, desde cada habitación
de pie
o de rodillas con el rostro postrado y el miserere
en los labios.
Ante lo innombrable el mapa desapareció los límites
fronterizos se borraron, al unísono las almas
sintieron
el mismo dolor, la pena ajena rasgo el ser, la
impotencia
ante la necesidad a sobre vivir y el temor a morir,
ante un enemigo mundial.
Cada alborada es una nueva esperanza, que desde el
mayor
hasta el más pequeño de la parentela abra sus ojos
a la
sacra luz que se extiende en la cordillera como en
la
retorcida verde montaña, decretando vida a toda
una
hermandad afligida.
Quizás el que no vuelva abrazar a su amada madre
O un hermano, un buen amigo e que restó
importancia,
despreciando nuestro mejor regalo,
cuando el vacío eterno en su pecho sea un hueco
infernal…
Quizás quizás.
Quizás…Ahora no después.