Me juzgas
acusas
y condenas,
con palabra
férrea
dices conocerme,
equivocación grande
no soy un ápice
de lo que piensas,
te abrí mi corazón
dejándolo volar
como potro
de fantasía para
que llegara a
reposar en tus
brazos,
quise olvidar
los días de
humillación
y desdén,
resguardándome
del odio asesino,
pero… sin evocarte
te presentas,
insistente
a recordarme que
fui un fantasma
en tu vida,
del que te mofabas,
haciéndome creer
era tu diosa,
luego en segundos
poca cosa.