Desciende, desciende y toma la debilidad
que es pesada al andar,
ilumina el camino de abrojos,
¡Amapolas canten melodías de libertad!
Que los resquicios de sol penetren en los
huesos secos y en el espíritu apesadumbrado.
Férrea impotencia,
lacónico silencio en las plomizas tardes,
con tus alas de esperanza levanta el barro
de esta inundación.
Eleva los milenarios anhelos utópicos
diluyendo las agrestes lágrimas,
con tu antorcha divina que las carnes
flageladas y el alma atónita se rediman con la
serenidad del aire,
que tu gallardo y esbelto amor inunde
la vena de dolor.
Para mí, para mí… desciende, desciende
ahora ángel de piedad,
tu copa de misericordia derrama
lentamente en este desierto.
En el confín lejano
las lluvias de ansias se consuman
con tu silente esplendor,
brillantes cristales de roció
besen las memorias hirientes,
y cuajadas no atormenten el presente.
Con tu candor ahuyenta las saetas
que deambulan en penumbras de soledad,
y tu voz con aroma a nardos
ordenen la alegría volver.
Para mí, para mi …desciende desciende,
con tu luz emigrara la escarchada melancolía,
quebranta la lenta agonía sin tregua,
que enmudece los días.
Que tu presencia no sea efímera
los abiertos balcones estarán a tu merced,
con lirios y orquídeas visitadme,
porque como pajarillo herido estoy.
En la cóncava noche el veneno que vuela
como misil al pensamiento sea derribado,
como torre de trigo con tus manos de terciopelo.
Ángel con suspiro de brisa,
sobre el pecho con prodigioso cincel
plasma la paz que no se acaba,
que muera el penitente cautivo que
temblaba en el exilio irracional.