se apaga en el
horizonte
la eterna dorada
farola,
rompiéndose el suspiro
ante
el ineludible estado
de tinieblas,
coronándose como
austera noche.
Sombra misteriosa,
sigilosa, muda y
traicionera
arrulla,
con alas diáfanas se
acerca la
infausta hora,
cascada de pesares,
disfrazados de
azucenas,
provocan llanto tras
llanto,
con férvido canto,
trizas sin piedad
flagelan el espíritu,
araña el frio el alma.
Y en el santuario de
alabastro
busco a Dios en el
vacío,
con el latido
suspendido.
¡Gritando como
espectros
trenes de la
madrugada!
La gota de la
esperanza
yace en el fondo de un
pozo
perdido en la densa
niebla.