Tendida sin fuerzas
sobre el árido
asfalto,
bajo el sol quemante
de medio día,
con sonidos de congoja
cojeando el corazón;
los párpados
apretados,
arrastras busca el
regazo
de la efímera quietud.
Solemnemente una luz
le abraza,
poniendo en el pecho
la esperanza,
interminables raíces
de amargura y
tristezas
afloran.
Volcándose a los
asesinos callejeros
de ciudades ácidas,
licuada piedad,
desciende en forma
de escalera.
Ante la mirada absorta
del mísero barro,
con desnudes pagana,
de frente;
le recibe y acoraza.