Gritan las gaviotas
sobrevolando el mar,
las olas besan la arena y
lentamente se regresan se levantan
una y otra vez y así se repite el ritual.
El sol ilumina la playa,
dorado esplendoroso es el atardecer,
el viento salino ondea las palmeras,
poco a poco el día se sumerge en el horizonte.
Añejos cantos de caracolas
susurran en burbujas de espuma,
ya en el pálido atardecer
la luna tímida asoma.
En la oscura lejanía,
sobrecogida entre el cielo y el mar
las intermitentes estrellas posan
como elegante orquesta de gala.
Sobre la noche fría y escarchada de roció,
horas de plata serpentea sobre el agua,
los marineros se han ido todo es rotunda calma.
He llenado mi vacío con las melodías marinas
nutrida de silencio y paz en el alma,
me he escondido en el alba
de mi propio mundo amedrentado.
caí en dulce sueño en la orilla
los suspiros son nada,
pequeña soy ante tan maravillosa naturaleza
que me inunda traspasando mi ser.
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