Con frio de noche en el alma
sin que nadie lo cepa,
sosegado mi espíritu,
salgo sin ser notada.
arrimada al silencio
de la madrugada, sin ataduras
creo hablar con el viento,
que me rodea el cuerpo
y me besa con suave aliento.
Mi corazón ardiente confiesa
sus tragedias al oriente,
derramando el ser eminentemente,
con palabras indecibles,
ruego al cielo, me muestre
una luz que me guie.
La aurora surge súbita,
me sorprende de rodillas buscando
la paz de un nuevo día.